Recuerdo que me encontraba realizando un video, sí, estaba
muy concentrado, mis ojos seguían las secuencias y mis manos guiaban el ratón
para agregar uno que otro efecto y así suavizar algunos cambios bruscos entre
toma y toma, cuando de repente, toda mi concentración se vio interrumpida por
el estruendoso timbre del teléfono; me tardé un poco en reaccionar y salir de ese
estado casi hipnótico, tomé la bocina y del otro lado se escuchó una voz, la
voz que cambiaría toda mi vida.
Subí apresuradamente las escaleras y llegué a la oficina de
la voz; ahí se encontraba ella, pasé y sin esperar a que me sentara, emitió su
condena, estiró su largo y huesudo dedo índice y me apuntó con él, mientras
decía: A partir de mañana, tú tienes
contados los días, dejarás de existir y si bien te va podrás quedarte un rato
más a deambular por acá.
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