una vez que me pedía un instante,
en voz alta pregunté
¿quién eres? ¿Por qué te atreves a distraerme? ¿Por qué me quitas el tiempo?
Tiempo muy valioso para mi.
Como respuesta sólo obtuve lo siguiente:
La voz sonó triste y mencionó lo que ahora escribo.
Date un instante, el instante que tus hijos necesitan para saber de ti y para que sepas de ellos.
Sólo un instante en el cual tu esposa pueda acercarse sin miedo y al estar contigo te de el abrazo que quizá en esta semana no ha podido dar porque tu tiempo es muy apretado.
Un instante para que recuerdes a tu hermano, sí, a ese que desde hace un año no ves.
Tan sólo un instante para que estreches la mano del amigo y perdones a tu enemigo.
Date un instante para visitar a los viejos, Sí, a esos dos seres que sin condición la vida darían por tí.
Pero sobre todo, date un instante a tí, un tiempo para ser feliz, porque nadie te asegura que ese instante tal vez sea el último...
Después, sólo el silencio quedó.
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