martes, 29 de septiembre de 2009

En Abril

Cae la tarde y la lluvia no deja de golpear mi cara, los autos pasan a gran velocidad por la avenida y la lluvia sigue cayendo, pasan las horas y yo sigo frente a tu recuerdo; ¿hace cuánto que te fuiste? No lo sé, sólo recuerdo que era una tarde de abril, sí como la de la canción de Sabina.

Veníamos en tu auto como tantas otras tardes, recorriendo La Condesa, sin saber donde parar o sin querer parar, no lo sé; todo se había convertido en una hermosa rutina de fin de semana; veíamos a los bicicletos -como tu los llamabas- hacer ejercicio y sudar como locos; disfrutábamos ver a los viejitos bailando danzón en "El México" y fantaséabamos con lo que estaríamos haciendo en 30 años.

Todo iba bien, reíamos y escuchábamos a U2, pasamos por "El Pendulo" y quisiste parar para tomar un café, había mucha gente y mejor seguimos de largo, llegamos a "La Chopin" y recordaste la vez que fuimos a ver "Monologos"; volteaste tu cabeza y con tu mano derecha acariciaste mi rostro, yo sólo sonreí.

Seguimos avanzando hasta llegar a Reforma, a la altura del Ángel; cuando lo vimos soltamos una carcajada, recordamos nuestra noche mexicana de hace 8 años, cuando al salir de un evento fuimos acogidos por ese ser alado quien nos vio con gran detenimiento devorar unos bisquets con mermelada ¡Vaya con nuestra cena tradicional!

Por fin nos detuvimos frente a un museo, ahí comenzó todo, mejor dicho terminó todo; bajaste del auto y comenzaste a caminar como hechizada por el nombre de Vincent Van Gogh, hasta la fecha me pregunto por qué te gustaba tanto Van Gogh; bajaste de la banqueta y con grandes pasos llegaste a la puerta, ingresaste al museo, recorriste los pasillos sin detenerte hasta que por fin pudiste ver a Theo; quedaste de pie sin hablar lo veías con gran detenimiento, tus ojos acariciaban sus mejillas, recorrías con tu mirada cada milímetro del cuadro, hasta que de pronto gritaste con furia "esto es un engaño".

Comenzaste a gritar muchas cosas que hasta la fecha no recuerdo, saliste de la sala, cruzaste otra vez los pasillos a gran velocidad; en tus ojos se veía un sentimiento de odio, ¿por qué? aún no lo sé; llegaste a la calle, subiste al auto y te fuiste.

No supe nada de ti, no contestabas el teléfono, seis horas buscando respuestas, regresé al museo, traté de encontrar en Theo alguna respuesta y nada; justo cuando hacía el nonagécimo recorrido visual a Theo sonó mi teléfono, era de tu número, contesté apresuradamente y lo único que escuché fue el ruido ensordecedor del impacto de tu auto y de fondo a Sabina diciendo ¿quién me ha robado el mes de abril?

Y ahora me encuentro frente al lugar donde te fuiste, frente al lugar donde Theo me robo el mes de abril y te llevó a ti.