martes, 4 de octubre de 2011

La pérdida

La tarde escapaba como lo hace la serpiente, escurriéndose a lo largo de la madre tierra, ante mis ojos el sol caía bajo el poder de la expectante luna; cabe destacar que las estrellas brillaban con una intensidad misteriosa, contra lo que todos suponían, me fui internando en la oscuridad de aquel callejón que desde instantes atrás me atraía, en cuestión de segundos entre el miedo y la curiosidad seguí caminando y pude escuchar un lamento, me detuve un momento pero decidí seguir hacía el frente, hasta que, de pronto otro grito me erizó la piel, para qué seguir me pregunté, si yo sabía que no encontraría nada valioso y si podía sacar un terrible susto por todo lo que se escuchaba en aquel lugar.

Según los vecinos de esa calleja, en las noches se aparecía una mujer muy bella vestida de blanco, que reclamaba justicia por un delito del que fue objeto; otros decían que el lamento era porque su amado desapareció sin dejar rastro y ella murió esperándolo y por eso, ahora esa mujer regresa cada noche a buscarlo y mientras lo encuentra , se lleva a todo buen mozo que por su calle atraviesa.

Pobre mujer, pensé, terrible ha de ser vivir, mejor dicho, penar; yo no podría vivir so pena de tan terrible tormento, sobre todo ahora que la mujer de blanco se encuentra a tan sólo unos pasos de mí, intento correr pero mis piernas no responden, para colmo, en mi huida tropiezo con un bote y caigo, su mano está a punto de tocarme, veo con infinito terror sus largos dedos acercándose, su rostro se desdibuja tanto como el mío, supongo; tras unos segundos pienso que todo está perdido, un largo grito se escucha en todo el vecindario... yo cierro los ojos y no siento nada.

No quiero sentir, temo abrir los ojos y descubrir que otra vez te he perdido... mi bien amada.

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