miércoles, 26 de mayo de 2010

El canto del poeta

Capitulo II
El árbol

Los primeros rayos del astro rey despertaron al joven poeta, de momento se alarmó un poco al descubrir que no estaba en la comodidad de su cama, pero recordó que se encontraba en alguna parte del bosque buscando lo que a sus oídos y alma habían encantado.

Se levantó del lugar donde se recostaba y caminó hasta un riachuelo, se mojó la cara y tomó un sorbo de agua; se sentó a la orilla esperando a que aquel canto se escuchara de nuevo, así pasó media mañana sin oír nada; cuando empezaba a desilusionarse, una voz muy extraña le habló y le dijo:

- Joven poeta, por qué te molestas al no escuchar lo que con tus oídos no podrás

El poeta asombrado y un tanto asustado preguntó en tono violento:

+ ¿Quién sos vos? ¿Por qué te atrevéis a molestarme así?

La extraña voz contestó, ¿siempre eres tan violento? ¡Vaya, vaya! Eres el primer poeta que se enoja cuando un árbol le habla.

+ ¿Qué dices? ¿Un árbol? ¿Qué clase de broma es está?

- Tenías que ser humano, nunca creen lo que en sus cabezas no está registrado, todos ustedes son como máquinas.

+ ¡Oye! Está bien, te creo que eres un árbol, pero no te permito la comparación con una máquina, yo pienso por mí mismo y las máquinas no lo hacen; además si eres un árbol, dónde estás o cuál de todos eres.

- Estás tan ciego por tu incredulidad que no te das cuenta que toda la noche estuve cuidando de ti; pobre poeta, tienes razón la decir que los humanos piensan por sí mismos, aunque yo lo pondría en duda, pues ¿acaso no es verdad que en muchas ocasiones ustedes hacen lo que otros les dicen y no lo hacen porque estén totalmente convencidos, sino porque alguien más los influyó?

+ Bueno, en algunos casos es así, pero no en todos, al menos yo siempre hago lo que quiero y lo que pienso.

- No estoy muy de acuerdo con lo que aseguras, pues recuerdo que hace algún tiempo un rico hacendado te pidió que hicieras un canto para una de sus hijas, diciéndole que era más hermosa que las mismas estrellas, tu le dijiste que a ti no te parecía tan bella y que no podrías escribir algo así, pero cuando él te exigió que lo hicieras y que te daría una buena suma de dinero, las cosas cambiaron, aun cuando tu no pensabas que la chica fuera bella.

+ Eso es diferente, pero eso qué tiene que ver con que los hombres somos como las máquinas, no hay comparación.

- ¡Claro que no hay comparación! Pero de qué te sirve pensar si sólo lo haces con la cabeza y no con el corazón.

+ ¡Ja! Ahora sí me hiciste reír; ¡Por favor! no empecemos con esas cosas, no se puede pensar con el corazón, es un músculo; de verdad que ustedes los árboles no saben nada de los humanos. ¡Pensar con el corazón! ¡Vaya idea!

- Pues entonces tu tampoco sabes nada de los humanos, porque en tus poemas y escritos mencionas que se sienten las penas en el corazón, y si como tu dices, sólo es un músculo, tampoco se debería sentir con él.

+ Esas son metáforas, sólo eso, simples metáforas.

- De verdad que me da tristeza, sería tan hermoso sentir y pensar con el corazón.

+ La verdad es que no entiendo lo que me dices, pero volviendo a lo del canto que escuché, ¿tu sabes por qué ya no lo escucho?

- Eso es lo que te he estado tratando de decir, ese canto, lo escuchaste con el corazón, es decir, con el alma y ahora que tratas de encontrar una razón lógica a su origen no lo puedes encontrar.

+ ¿Era un ángel el que entonaba esas notas?

- No, no era un ángel y tampoco era un dios antiguo.

+ Pero, ¿entonces qué es o quién es?

- Ya no te diré más, espero que encuentres lo que tanto buscas, pero recuerda que deberás pensar y sentir con el corazón.

El poeta siguió su camino y mientras avanzaba, pensaba en lo que el árbol le había recomendado... "Pensar y sentir con el corazón".

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