lunes, 21 de junio de 2010

Olvido sin sentido

La horas se van, los minutos se escurren y los días se pierden en lo recuerdos que no volverán; mis sueños se dividen en mitades que se parten de dos en dos y después por la mitad.

Una guitarra suena a lo lejos, la voz de Sabina se pierde y se mezcla con los martillazos sobre la blanca pared donde el nuevo Van Gogh ha pintado sus penas y sus placeres, sus placeres que se convierten en muchos motivos para caminar largas distancias.

El tren llega a la estación con media hora de retraso, el suicida ha perdido la oportunidad de partir, obsesivo como nadie, esperaba morir a las 10 y no a las 10 con 30. Se ha quedado sin llegar al paraíso y así se quedará.

El torero busca la puerta del ruedo y sale corriendo siguiendo un sueño que ya no es, un taxi devora las calles sin subir a nadie porque no le interesa llevar ni traer, no le interesa estar ni ser.

Y del otro lado de esa barda de acero, el niño llora por su madre que quedó atrás; una botella de vino que se amarga con el paso del tiempo, un tiempo que se va y no regresa.

El pensamiento se apodera de las pocas neuronas del adicto y lo lleva a viaje más profundo donde se pierde en las palabras que jamás dirá.

La guitarra de Sabina y su voz regresa y traen consigo el olor de una cerveza que se pierde en el olvido de la noche, la luz aún no llega, hoy no lastima los ojos del poeta, sus palabras se caen al cambiar el semáforo de color.

Ya no hay besos que dar, la vida sigue y el olvido se queda en el corazón.

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